If only we are excited or interested in the large, the large ads (which, on the other hand, almost always not materialize never), so anything we want.

Because any activity is made great efforts and sacrifices achieving small results, through anonymous heroes, who are what make things stringing beads one after another.


viernes, 14 de noviembre de 2014

2340 DIVISIÓN DEL TRABAJO Y COMUNIDAD ORGANIZACIONAL

Una fuerte mención inicial de esta cuestión, la encontramos en “La Riqueza de las Naciones” de Adam Smith en 1776.

El concepto era descripto con detalle desde el primer párrafo del Capítulo I de dicha obra.



“El aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo número de personas puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres circunstancias distintas: primera, de la mayor destreza de cada obrero en particular; segunda, del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde al pasar de una ocupación a otra, y por último, de la invención de un gran número de máquinas, que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos.

En primer lugar, el progreso en la destreza del obrero incrementa la cantidad de trabajo que puede efectuar, y la división del trabajo, al reducir la tarea del hombre a una operación sencilla, y hacer de ésta la única ocupación de su vida, aumenta considerable­mente la pericia del operario.


En segundo lugar, la ventaja obtenida al ahorrar el tiempo que por lo regular se pierde, al pasar de una clase de operación a otra, es mucho mayor de lo que a primera vista pudiera imaginarse.


Es imposible pasar con mucha rapidez de una labor a otra, cuando la segunda se hace en sitio distinto y con instrumentos completamente diferentes.


El hábito de remolonear y de proceder con indolencia que, naturalmente, adquiere todo obrero del campo, las más de las veces por necesidad -ya que se ve obligado a mudar de labor, de herramientas, y a emplear las manos maneras distintas, lo convierte, por lo regular, en lento e indolente.


En tercer lugar, todos comprenderán cuánto se facilita y abrevia el trabajo si se emplea maquinaria apropiada.


Sobran los ejemplos, y así nos limitaremos a decir que la invención de las máquinas que facilitan y abrevian la tarea, parece tener su origen en la propia división del trabajo. El hombre adquiere una mayor aptitud para descubrir los métodos más idóneos y expeditos, a fin de alcanzar un propósito, cuando tiene puesta toda su atención en un objeto, que no cuando se distrae en una gran variedad de cosas.”


Especialización

La concepción de la sociedad como un organismo es anterior a Auguste Comte (1798-1857), pero éste hizo de ella un postulado central.
                                                                                                                                                                




Expresado en términos sencillos, la sociedad puede ser concebida como un tipo especial de organismo, lo que podríamos llamar un organismo colectivo; desde ya un organismo por derecho propio.



Este pensador, considerado como uno de los fundadores de la sociología, difundió la filosofía positiva que hace referencia a “lo real”, es decir, lo fenoménico dado al sujeto que se opone a todo tipo de “esencialismo”, desechando la búsqueda de propiedades ocultas (o cualquier otra propiedad que no sea útil y necesaria, en gran medida la actitud de Taylor y Fayol, así como el propio sentido de esa nota).

Lo consideraba así porque le reconocía una estructura, el que sus partes especializadas funcionaban juntas, que el conjunto era algo más que la suma de las partes y que estaba sujeta a cambios evolutivos.


Como se advierte, prácticamente, una definición actual de “organización”


En tal modelo, destacaba la gran variedad de tareas, fines y funciones (característica también de las organizaciones), en las que, pese a que los individuos parecen perseguir sus propios objetivos, el resultado es un sistema que funciona armoniosamente.


Para ese sistema, Comte define que uno de los principios básicos de la organización es el de “especialización”, que deviene de la multiplicidad de actividades.


Se trata de una división de funciones (de trabajo) que los hombres realizan voluntariamente, la que es el fundamento, no sólo de la continuada estabilidad de las mismas, sino de su posible desorganización futura.


Es una idea importante, dado que la organización logra al crecer, armonía y estabilidad gracias a la especialización, al mismo tiempo que se plantea la gran posibilidad de que un exceso de ésta última lleve a la desorganización y decadencia al desbaratar las bases que hacen posible la interrelación eficaz entre las partes individuales.


La causa principal de la superioridad que ostentan las organizaciones respecto a la acción individual, consiste en la señalada especificidad de las diversas funciones desempeñadas por órganos cada vez más diferenciados, aunque interconectados; de modo tal que la unidad de propósitos se combina cada vez más con la diversidad de medios.


Esta conciliación de la individualidad del trabajo con la cooperación en el esfuerzo, tanto más notable cuanto más vasto y complejo se vuelven las organizaciones, constituye el carácter esencial de la actividad productiva.


Es, pues, la asunción de funciones especializadas por los individuos resulta en fuerte consonancia, concierto, armonía, equilibrio y estabilidad.


Sin embargo, recientemente Vicente, en “Principios Fundamentales…”, al referirse a los equipos, señala que las personas tienen conocimientos cada vez más especializados, por lo que necesitan relacionarse con otras para tener mayores posibilidades de “éxito y obtener resultados”.


Se necesita complementarse con personas que “tengan otras especialidades para ser eficaces y eficientes” en el trabajo.


Una idea de división de trabajo que retorna en parte a Adam Smith.


Se presenta una convergencia regular y constante de una innumerable cantidad de seres humanos que poseen cada uno, una existencia distinta y en muchos aspectos, independiente, no obstante que se hallan permanente dispuestos pese a


.a. todas sus diferencias de capacidad y carácter


.b. concurrir de muchos modos al mismo desarrollo general sin acuerdo previo y


.c. sin que la mayoría, que cree seguir simplemente sus propios impulsos, tenga completa conciencia de ello.


Es interesante recordar que Comte advirtió los problemas del exceso de especialización, ya que esta magnitud transforma a la misma en un organismo ineficiente, incapaz de forjar entre los individuos vínculos adecuados que permiten mantener un sistema integrado y estable de control social.


Al descomponer, siempre dispersamos, y la distribución de los trabajos humanos tiene que ocasionar divergencias individuales tanto como intelectuales o morales, que requieren una permanente disciplina para que la estabilidad conjunta sea mantenida.


La división del trabajo, descripta en primer término por los economistas como fenómeno social y reconocida por los biólogos como propia de los organismos vivientes bajo la denominación de “división fisiológica”, es lo que hace a las organizaciones una unidad vital.


Comte, que elaboró sus teorías sobre la naturaleza de la sociedad y su organización en la década de 1830, no obstante que en ese tiempo la revolución industrial no había hecho sentir sus efectos adversos, consideraba ya una amenaza la posibilidad de que aumentara sin límites el nivel de especialización.


Esta elaboración no se desmiente con el concepto contemporáneo de “sistema social” que ha venido a reemplazar la analogía orgánica anterior.


Se admite ahora que los seres humanos que actúan en tales sistemas poseen sentimientos, actitudes, pensamientos, motivaciones, estereotipos (aspectos latentes) y conductas, papeles y tareas (aspectos manifiestos) que determinan en parte su actividad en los mismos.


Esas conductas presentan muchas variaciones (diferenciación), pero no pueden ir más allá de ciertos límites, ya que de lo contrario el sistema se desintegrará, o presentará muchas de las características actualmente visibles que lo hacen disfuncional.



Comunidad y Contrato
Herbert Spencer (1820-1903) sostenía que la organización crece continuamente. Al crecer, las partes se diferencian; la organización exhibe un incremento estructural.

Las partes diferenciadas asumen simultáneamente actividades diferentes.



Esas actividades no son simplemente heterogéneas, sino que las diferencias están relacionadas entre sí de tal modo que se hacen “recíprocamente posibles”.

La ayuda recíproca que se prestan origina una dependencia mutua entre las partes, y las divisiones mutuamente dependientes, de las que cada una vive por y para las otras, forman un todo consistente y holista.


Esta teoría no fue más allá, porque consideraba de modo marginal las dificultades que podría acarrear un exceso de especialización.


Spencer estaba convencido que el proceso más importante era la evolución y que siendo esta natural era necesariamente beneficiosa.


La idea que los cambios sociales producidos por la evolución natural –como la división del trabajo-, pudieran ser indeseables, resultaba inadmisible.


Posteriormente, Ferdinard Tönnies (1855-1938), redefinió la cuestión al no ocuparse tanto de las analogías orgánicas ni las posibles consecuencias de la especialización; estudiando en cambio las clases de vínculos que se establecen entre los miembros de sociedades en dos tipos de organización.



Introdujo el término “gemeinschaft (comunidad)”, para el que es necesario mencionar los vínculos interpersonales implícitos. Los lazos y sentimientos que existen entre los miembros de una familia normal son un ejemplo.

La idea abarca, cuando las personas están unidas por


.a. vínculos de sangre y se respetan mutuamente


.b. ligadas por la tradición de un sitio determinado en el que llevan una vida profundamente integrada, o


.c. cuando comparten una honda adhesión a un conjunto determinado de creencias, tal que estos elementos se convierten en la base de una fuerte organización (a este asunto ahora se lo llama “Cultura”).


La “comunidad” existe allí donde las personas están estrechamente vinculadas entre si por la tradición, el parentesco, la amistad o algún otro factor intensamente cohesivo.


Tal organización somete al individuo a sistemas sumamente fuertes de control social informal.


Fácilmente se advierte que esta idea en tiempos contemporáneos aparece bajo el nombre de “cultura”.


La totalidad puede ser una familia, un clan, aldea, orden religioso e incluso una empresa, la que, en tal caso basa su unidad en esa clase particular de relación social entre los miembros.


Finalmente, Emile Durkhein (1858-1917) se propuso demostrar que la “división del trabajo” es la fuente principal de solidaridad social característica de las “comunidades”.



Sostenía que las grandes sociedades (y organizaciones), sólo pueden mantenerse en equilibrio gracias a la especialización de tareas; ya que la división del trabajo es la fuente principal de solidaridad social, colaboración y apoyo, y no solamente un fenómeno puramente económico.

Donde la división de trabajo es poco acentuada, la gente no sólo actúa de modo similar, sino que piensa y siente de modo igual, y las partes no podrían actuar juntas sino en la medida que no dispusieran de una manera de actuar propia, pues cualquier funcionamiento se basa en la “homogeneidad”.


Así se implica que la personalidad individual es absorbida por la personalidad colectiva, lo que es consistente con el principio de Fayol de “subordinación del interés particular al interés general”, que recuerda que en una empresa el interés de un agente o un grupo de agentes no debe prevalecer contra el interés de aquella.


En una organización la división del trabajo se halla “bien” desarrollada, cada individuo desempeña una tarea especializada y depende de otros cuyas actividades están coordinadas con la propia, la especialización produce dependencia mutua.


En esta segunda clase de especialización, la misma solo es posible si cada uno conserva una esfera de acción que le sea privativa, una personalidad.


Al aumentar la división del trabajo, se intensifica la dependencia de cada especializado respecto a los demás, pero sin que esa heterogeneidad conduzca la uniformidad de pensamiento, paralizante.


Durkhein advierte, que en ciertas circunstancias de división de trabajo da lugar a formas patológicas; si bien engendra habitualmente solidaridad social, al llevarse a extremos, conduce a efectos diferentes e incluso opuestos.


Las crisis comerciales o financieras, las depresiones, contiendas entre trabajadores y empresarios, cataclismos civiles, disturbios, manifestaciones y protagonizados por partes organizacionales son ejemplos de esa anomalía.


La división de trabajo que dentro de ciertos límites es factor de armonía, cuando lo sobrepasa o acentúa hacia sus límites máximos, conduce a la desarmonía, debido que los individuos resultan incapaces de relacionarse eficazmente entre sí.


En síntesis, frente a organizaciones que se vuelven cada vez más complejas, sus miembros se preocupan cada vez más por sus propias actividades y desarrollo, perdiendo la capacidad de identificarse con los otros y sentirse parte de una “comunidad”.


Se convierten en una colectividad de individuos aislados que interactúan entre si, sin abandonar una actitud egocéntrica y se hallan vinculados mayormente por lazos contractuales, como parece haber sucedido con el modelo de competitividad a ultranza de la década de los 90 basada en Porter-.


Es evidente que no siempre habrán existido grupos en los que reinara el intenso sentimiento de de “comunidad” que requiere la “gemeinschaft”, para los que de un modo otro se trata de una construcción ideal, útil como marco de estudio de los cambios que se producen en todo tipo de organizaciones.


En tal sentido, la “gemeinschaft” produce rápidamente el mito de que es “buena”, capaz de brindar fácil consuelo, apoyo psicológico, la tranquilidad de la sencilla vida comunitaria de las sociedades primitivas o rurales.


Tönnies examina cómo con el progreso y el paso del tiempo, los grupos previos, básicamente campesinos asentados en su propia tierra natal, se convertían en otros en los que predomina el carácter urbano e industrial.

Frente a este cambio –básicamente otra dialogía-, era necesario describir un nuevo sistema que fuera apropiado a su caracterización de las relaciones; y fue llamado “gesellschaft”.


La condición principal de la relación “Gesellschaft” es la de un “contrato”.


Contrato entendido en un sentido amplio, como relación social voluntaria, racionalmente concertada entre partes que se comprometen en forma recíproca a cumplir determinados obligaciones, obteniendo a cambio ciertos derechos, y subsiguientemente la penalidad derivada de no cumplir las condiciones del contrato o de aspectos del mismo no respetados.


Contratos como relaciones formales, casi siempre manifiestas por escrito y respaldada en mecanismos impersonales de control social; a diferencia de la “gemeinschaft”, cuya naturaleza es esencialmente informal.


Este nuevo tipo de relaciones sostiene la economía con complicados mecanismos de crédito, el comercio en los mercados globales, las vastas sociedades y asociaciones formales –con o sin fines de lucro-, y una detallada división de trabajo entre los miembros.


Es así, pues los compradores y los vendedores se hallan vinculados por relaciones contractuales, tal como el empleador y el empleado.


Es fácil advertir que, todas las instituciones importantes; en el orden económico, la estructura política, el sistema educativo, la religión e incluso más modernamente en la familia; el vínculo del sentimiento aglutinante recíproco “gemeinshaft”, ha sido reemplazado por relaciones de tipo contractual.


Si bien no existe y probablemente nunca existirán organizaciones susceptibles de encuadrar exclusivamente en el “gesellschaft”, la presencia de estas relaciones es mayoritaria en todo tipo de organizaciones del mundo competitivo global.


La “gesellschaft” es ampliamente cuestionable por “mala”, y debido a que la vida impersonal de las ciudades es fuente de angustia y tensión.


La descripción exagerada de sus rasgos se presenta para resaltar los extremos notables de la dialogía, y para que sea posible interpretar la influencia que ejercieron sobre las personas las cambiantes condiciones sociales de la revolución industrial y su efecto posterior, no solo respecto la administración incipiente sino en la de tiempos actuales.


No cabe duda alguna que el deseo de maximizar las ganancias personales y empresarias a partir de ventajas a desafíos no siempre reales (competitividad a ultranza de Porter, Consenso de Washington, fallos empresarios graves a partir de ENRON), encuentran un nicho ideológico mejor en la “gesellschaft” que en la idea solidaria de “gemeinschaft”


Se lo advierte porque cada uno de los miembros de las organizaciones actúan

.a. aislados y librados a sus fuerzas exclusivamente;

.b. viven en situación de tensión respecto a los otros (temor a la otredad);


.c. las esferas de acción de las personas están claramente separadas;


.d. hay un esfuerzo de negarse a admitir que los demás entren en contacto con su esfera o ingresen en ella;


.e. las intrusiones son consideradas actos hostiles, tal que esta actitud negativa revierte en relaciones de enlace normal y otras no deseadas siempre subyacentes;


.f. nadie desea hacer, conceder o producir nada para otros;


g. ninguno se muestra inclinado a dar algo de buena gana como no sea a cambio de una dádiva o contraprestación (el espíritu del contrato) a la que cada parte atribuya un valor equivalente de la suya;


.h. todos aprenden a cuidarse de los demás.


Se ha situado así al individuo en un esquema social impersonal y anónimo, en el que no se es valorado por uno mismo ni en atención a las cualidades personales propias, sino de acuerdo con la medida en que se es capaz de satisfacer las obligaciones y contraprestaciones que se asumen, de modo que se vive sólo para obtener el máximo de los intercambios que se producen.


En nuestro concepto, la superstición más moderna compite con el descubrimiento más antiguo. No se trata que los buscadores de “excelencia” o de la necesidad de “ser competitivo” presenten en realidad una idea nueva.


Nada más han “reciclado” los viejos conceptos del “gesellshcaft” que tienen cien años, acomodándolo a los requerimientos del capitalismo global, del mismo modo en que Taylor desarrolló sus postulados para servir a su abuela, la Revolución Industrial.


Ya sabíamos eso.


Nuestra práctica profesional y docente se ha vivido así, simplificando sin marketing ni demagogia.


Ciertamente, es claro que vende poco…


Dirigir organizaciones no es el mejor lugar para andar vagando extraviado (y nunca lo fue), ni para devanarse los sesos (como con Kim en los 80') acerca de cómo reinventar la administración.


Al discurrir en esta línea, el mundo de las ideas se va encajando cada vez más exactamente en su lugar.

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