El 4 de abril se conmemoró en los Estados Unidos el "Día de Martin Luther King", y sólo algunos periodistas radiales lo mencionaron, por el aniversario de la muerte (el asesinato) de éste lider negro en 1968. Uno de nuestros más antiguos héroes de la pasada juventud.
Y utilizamos la palabra “negro” en lugar del
eufemismo que se ha puesto de moda en su país: “afroamericano”.
Alguna gente lo tiene presente porque lee las
efemérides diarias en Internet, o porque es del gusto de la gente de relaciones
públicas, principalmente por poco conocimiento y porque es un ícono fácil, no
tanto por lo que de icónico tuvo el discurso del cual se toma sólo su frase “…yo
he tenido un sueño…”
Otros lo recuerdan porque desde entonces hasta
Obama, fluye el trabajo y el martirio del apóstol de la no-violencia.
Entonces era el tiempo del “Flower-Power”, del “Hagamos
el amor y no la guerra” y de “Woodstock”.
Por ello, a nosotros no se nos olvida, éramos
jóvenes y recordamos donde estábamos cuando supimos la noticia, y también
porque, de allá hasta aquí, en muchas ocasiones, a través de los años, y por
décadas, también “teníamos sueños”.
Es una expresión mítica usada durante la “Marcha
sobre Washington” del 28 de agosto de 1963, y decía que:
«…He tenido un sueño de que mis cuatro hijos
vivirán un día en un país en el que no serán juzgados por el color de su piel,
sino por lo que guarde su personalidad.
Ese será el día en que todos los hijos de Dios
podremos cantar con un nuevo significado “resuene la libertad”
Cuando hagamos que la libertad resuene en cada
poblado y en cada aldea, en cada Estado y en cada ciudad, podremos acelerar la
llegada del día en que todos los hijos de Dios, blancos y negros, judíos y
gentiles, protestantes y católicos, podamos estrecharnos las manos y cantar con
las palabras del viejo negro espiritual: ¡Libres al Fin!»
Se trata de un mensaje que al describir un
“sueño”, o un “deseo” fuerte, lo que en definitiva, se acepta describe una “misión”.
Es por ello que la frase no puede ser considerada como
un “objetivo”, y desde la perspectiva de nuestra disciplina, tampoco es una “misión”.
Se trata de “visión”, es decir etimológicamente,
la percepción imaginaria de objetos irreales o que no existen en el momento
presente, una alucinación, espejismo, o cosas que permite Dios ver a los profetas.
Según Simon en el nivel más alto de la
organización, (Teoría de la
Organización , Editorial Ariel 1961, pág. 215), los objetivos
no son, sin embargo operativos; es decir que no existe acuerdo sobre criterios
para determinar hasta dónde las actividades particulares o programas de acción
contribuyen a alcanzarlos.
Con mucha frecuencia son de un nivel de
generalidad que torna imposible convertirlos en guía de actividades detalladas
o marco de referencia, en tal grado, que no existe forma de definir con que
instrumentos se medirá su avance. No
son otra cosa que Sueños”.
Es en ésta línea de los anhelos, probablemente que
la Administración
Estratégica” ha reservado para este concepto el nombre de “VISIÓN”, el
que damos al “sueño” de Luther King.
A este respecto, Peter Drucker ha sostenido –en
“La Gerencia, Trabajos, responsabilidades, prácticas, Editorial Sudamericana,
1973, Capítulos 6 y 7-, el concepto ya clásico según el cual, VISIÓN…
La “misión”, a la que en “T de O” se llama “objetivo”
es “…mas o menos operativa…”, en tanto que “un programa se constituye en un
grupo mas o menos independiente de actividades dirigidas hacia el cumplimiento”
de aquel, al que se nombra ahora como “objetivo operativo”.
Como con el tiempo; ha pasado medio siglo desde la
presentación de aquella obra, la ciencia procura unificar el lenguaje, llegando
a definiciones más precisas y aceptadas, y la “visión” la que refleja mejor la
índole de quimera no operativa.
La misión semioperativa y el viejo “objetivo” es
lo que antes convocábamos sin dificultad bajo la denominación de “objetivo
operativo”.
Esta cuestión de la “misión, visión y objetivos” no es una teoría, es la
opinión de un autor que obtuvo, eventualmente, el premio Nobel.
Así, uno puede pensar que, una vez establecida una teoría;
considerando como tal, no solamente lo que represente meras especulaciones,
sino incluyendo nada más que asuntos que han sido razonablemente
demostrados de modo independiente usando evidencia empírica.
Y si se han verificado sus predicciones conforme la información
disponible en un momento dado, la misma es plenamente aceptada en dicho tiempo,
se forma un paradigma, que es reconocido con serenidad, admiración, y no con miedo.
Pero, lástima.
No siempre es así.
Resulta que los administradores y una parte de la
docencia ha venido creyendo que el comportamiento del personal podía
explicarse usando las ideas de Elton Mayo; en tanto que continuaban
gerenciando las empresas con las premisas de Fayol y Taylor con
cien años de antigüedad.
Eso no era en general nocivo para las personas mientras
duró la prosperidad de la última década del siglo XX, y otras prosperidades.
Pero, claro, era nocivo, aunque se podía escuchar
decir que en menor medida que respirar los gases del escape de un coche cualquiera
que pasa por la calle.
Sin embargo, ya no es necesario continuar explicando
estas contradicciones en nuestras clases, intentando apelar a esa vieja y
horrible condición llamada racionalidad; que ya vimos al comprender a Simon
y su racionalidad limitada.
Igual, muchos truhanes emprendedores ganan bonitas
sumas vendiendo por las aulas y pasillos “píldoras contra tautologías”,
diciendo que protegería a muchachos y muchachas contra los efectos perniciosos
de la Administración.
En cierto modo no hay engaño, pues los compradores de
píldoras no sufrieron daño alguno a causa de las divergencias, tautologías y
contradicciones (ni por cualquier otra cosa relacionada con nuestra Ciencia).
Naturalmente tampoco las sufrieron quienes no tomaron
ninguna de esas píldoras.
Lo que sigue ¡No es una píldora! Trataremos un nuevo asunto.
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